
Este curso, en la clase del Gato, estamos realizando el taller de cocina.
¿Por qué hemos elegido la cocina?
Sabemos que la alimentación es un tema con que nuestros alumnos tienen una relación peculiar: algunos porque lo rechazan, otros porque son muy selectivos y solo quieren comer algunos alimentos en concreto y de una forma en especial, hay que son muy voraces y otros que no parecen disfrutar con la comida. La alimentación, pues, no solo es un hábito, sino que también nos habla de una manera de descubrir y relacionarse con el entorno. Lo que pretendemos con este taller, pues, es generar un espacio de confianza, gozo y apertura a la experiencia.
Mediante el taller, pretendemos poder acercarnos al alimento. La cocina permite observar, manipular, probar, transformar y, incluso, ser cada vez más autónomos. Para poder conseguir todos estos objetivos necesitamos una estructura que contenga todo esto, y por eso, cada miércoles después del patio, es nuestro momento de hacer de cocineros. Durante un trimestre hemos estado trabajando en torno una misma receta, la estructura de la actividad facilita ir introduciendo pequeñas variaciones.
¿Por qué repetimos la receta?
Sabemos que la repetición facilita sentir confianza de aquello que viene de fuera y, a la vez, permite a nuestros niños poder ser cada vez más autónomos entendiendo el proceso y llevando a cabo la planificación y la ejecución. La repetición, pero, también permite pequeños cambios. Hacer siempre la misma receta da tranquilidad en la tarea, y nos podremos fijar mucho más al añadir pequeñas variaciones y observar cuál es el resultado.
Durante el primer trimestre estuvimos trabajando la base del «Pa de Pessic». Entendimos bien la receta y trabajamos cada cual haciendo su bizcocho. El taller implicaba muchas cosas de manera transversal: lectura, comprensión, planificación, orden, movimiento, espera, limpieza, cata… Y tolerar la diferencia. La misma receta podía mostrar diferentes resultados porque cada integrante del grupo aportaba su estilo. La experiencia se ha trasladado a casa con la colaboración de las familias y la motivación de los alumnos, que conocen y saben cómo hacer aquello que los gusta y pueden sorprender a la familia con un momento dulce durante el fin de semana.
La experiencia ha sido un éxito, y durante el segundo trimestre hemos continuado trabajando las empanadas: con rellenos dulces y salados, con diferentes enseres y siente muy meticulosos con las manos porque el relleno no se esparciera. Las empanadas nos permiten trabajar una característica que costaba mucho en nuestros niños: las mezclas. Era importante para ellos saber qué ingredientes había, e incluso decidir la medida de los trocitos. Hemos visto que después de ser presentes en todo el proceso, algunos han podido comer con menos dificultades.
Además, durante este trimestre, la madre y la tía de Esteban vinieron a la clase a enseñarnos a cocinar las empanadas paraguayas. Sara y la Liza nos llevaron los enseres que utilizan para que queden muy llenas y bonitas y compartimos un espacio muy agradable, explicando las diferentes recetas y trabajando todos juntos en cadena.
Finalizamos el trimestre haciendo un mercado para las familias y los maestros de la escuela. Así, la experiencia iba más allá, pero para conseguirlo hay que pensar un montón de cosas antes: adaptar las cantidades, pensar el precio, comunicar nuestras intenciones con carteles, hacer la compra y cocinar mucho más (¡y tener más paciencia aquel día!). ¡Estamos muy contentos del resultado!, los alumnos estaban orgullosos de poder ofrecer las empanadas que ellos han cocinado, vieron que todas las familias hacían cola para poder hacer una cata y algunas repetían y todo.
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