Los niños con Trastorno del Espectro Autista, TEA, se caracterizan por los problemas de relación, de comunicación y de flexibilidad mental. Por su falta de imaginación y de evolución en el proceso simbólico, cuentan con unos patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidas, repetitivas y estereotipadas. Tienen rutinas inflexibles y realizan rituales específicos. Viven en su propio mundo lleno de sensaciones que ellos mismos se autoestimulan, provocándolas con sus movimientos estereotipados o buscando encontrarlas en los objetos o con el contacto con las personas en busca de una falsa seguridad.

El niño autista vive en un estado de no-integración de las sensaciones y de estas con las emociones (Coromines, 1998; Viloca, 2003), los niños con autismo viven una alteración en el procesamiento sensorial muy grave, el que altera los procesos de desarrollo posterior y la integración con la emoción.